Pincelada rosa, entre vistas

martes, 26 de enero de 2010

Un vals




Me pintaré las uñas de rojo
y bailaré contigo un vals de muerte.
Me pintaré una sonrisa de escarlata
y te besaré al son de la música.
Inquieto ser de vocales, no examines tanto mi mirada,
que traigo dibujada en ella mil palabras que te pesan,
cien reflejos de calmas y tempestades
del cielo tembloroso y pálido.

Me atrapan las palabras,
soy el cadáver de ésta telaraña de ilusiones.
Cenizas y restos, palabras y más palabras, miradas y sonidos.
El vals suena y no te apartas de mis niñas.
Benditas sean tus rosas viejas y marchitas,
porque soy el capullo que florece en tus palmas. 

En el recinto, una hoja de árbol media nuestro encuentro.
Danzarín impaciente, déjate llevar por mis pasos,
y te enseñaré el jardín de las delicias en otro cuadro.
Los olores me desunen
y no hay alianza que me desuna en este vals de muerte.

Signos de dudas te visten.
Deja que las sumas de mis lenguajes te den las respuestas.
Deja que mis poros se dilaten y te inhalen,
deja que mis pupilas te recorran y te descubran,
deja que sea mi piel en esta danza sombría quien dance con la tuya. 

Agua de vida, si hablar pudieras,
contarías lo que mis palabras no alcanzan,
descifrarías con tus llamas los que de amor se mueren. 

Danzarín impasible, libera tu angustia
y entrégate a mis tallos vaporosos sin recuerdos. 
Vida ruidosa, que nos dejas sin lengua. 
Deja que todo pase, que cuando pasa llega la calma.
Deja que la calma nos invada para que despierte en nosotros
el que duerme en silencio. 

© Beatríz Giovanna Ramírez