Pincelada rosa, entre vistas

lunes, 25 de enero de 2010

Plenitud musical.


“Yo aprendía contigo lenguajes paralelos; el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía”. Tu más profunda piel, Julio Cortázar.

Máquina roja, avanza en el asfalto, que voy ávida al encuentro con el hidalgo del bosque ceniciento. Los latidos se aceleran con el guiño del tictac traidor. Mi esperanza crece, con el rostro conocido, cercano al nacimiento de una fuente alegórica y sus ojos circundantes me revelan los míos, en palabras condensadas en un sinnúmero de casillas minimalistas.
Mi oído seducido, renueva la envoltura de mi frente. Tu voz construye en mis membranas una matriz.
Las palabras vienen y van como descargas.
Las palomas espían y se burlan de la historia y se hacen en ella.
Recorremos el bosque y atrapamos en los bolsillos los intentos de vuelo.
Caminamos en el museo, en el estante, en el librero y lentamente somos atrapados en el baile del molino de la Galette, nos rodean bailarines sordos, oberturas y sinfonías inarmónicas; sonidos cambiantes que nos transforman en instrumentos y eres violín y saxofón y soy piano y guitarra; y componemos melodías de más de un decenio, en un cubo de madera.
En mi transformación de piano a guitarra,  me vestí de azul para danzar en tu pecho y te aferraste a mi talle, para dejarte llevar del sonido de mis cuerdas musicales.  Y fuiste alma y fuiste ojos y fui palabra y fui imagen. Y fui la boca que besaste y fui. Y así, te encontraste con mis brazos danzantes y juguetones. Y fuimos preámbulo de una danza inmortal.
Lentamente, se acercó un intruso con los dedos perfumados de tabaco, con tres instrucciones a seguir, la primera para subir una escalera, la segunda para tener miedo, la tercera para llorar.
Praxis,  fue nuestro nombre.
El pie y el pie, fueron atentos y empíricos, tanto que subieron cuatro y bajaron dos, obviando la advertencia de no levantarse el pie y el pie al mismo tiempo. Sin embargo, orgullosos de la impertinencia, crearon las instrucciones para bajar una escalera.
Se reunieron tres histriones, a hablar de espacios y fueron justos en la dilatación de sus quimeras, y nos separamos de sus tablas, llevándonos el nombre del arcángel, afanosos de remembrar  el olor de las guayabas. Las bocas se acercaron con terneza y la piel cubierta de miedo cumpliendo la instrucción, los danzantes amantes de Renoir, buscaron nuevamente el sonido, el polvo cósmico.
La música nos envuelve en su telar y los ojos que circulan el ambiente gris, me hacen niña y a ti te hacen hecho, mis ojos se liberan y caen palabras saladas del arco iris que te enamora y eres razón y prudencia y soy egoísmo y melancolía.   Y absorbes mi llanto y compruebas la instrucción y el ejemplo. Y me amas y me amas.
Pasaron veinte años y los amantes se miran largamente y los rodean cientos de hijos y la voz del hidalgo es universal y los ojos de su amada lo acompañan en la muchedumbre  expectante.


Beatriz Giovanna Ramírez