Copyright: Beatriz Giovanna Ramírez © Todos los derechos reservados.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
lunes, 25 de noviembre de 2013
viernes, 22 de noviembre de 2013
Las gafas violetas de la Diosa
Serie: 25N. Las Presentes 02/38 Fotografía de Manuel Antonio Velandia Mora Concentración contra la violencia de Género, Alicante |
A Angie Simonis
Angie, tu nombre
lo pronunciaré como quién invoca a la Diosa.
Ésta mañana, la
muerte llegó y desordenó mi escritorio, perdí varios versos entre
lágrimas.
Nadie me enseñó
a reponerme de la muerte, nadie me enseñó a perdonar los engaños
de la vida.
En el tiempo
descendiste al abismo y ascendiste iracunda pero llena de amor.
Yo vi en tus ojos
la verdad de la noche, la sabiduría del mar ardiendo, a la heroína
que insiste en visibilizar a las mujeres, a la niña de la bandera
del arco iris que levanta la voz ante la desigualdad, el horror y la
injusticia. Tú me enseñaste a cambiar el color de la mirada, tenías
los ojos abiertos, Amazona libre, desde entonces, llevo puestas unas
gafas violetas. Así conocí la grandeza de las flores, las aristas
de la historia: Rompen, abren, cierran, desgarran, cosen, tejen,
entretejen los espacios... Aquí, los ojos están muy ciegos. En el
exilio, en el centavo, en la sangre, en el peso, en la cicatriz, en
la peseta, en el ébano, en el céntimo, en la pobreza, en el euro,
en los murmullos... En la carretera, sí, en la indiferencia, en las
bragas desgarradas de una pobre muchacha, en la rima, en el
patriarcado, en los hospitales, en la cruz, en el martirio, en la
lactancia, en lo etéreo, en los ecos, en los llantos prolongados,
en las horas, en la heroína, en el perdón, en el hierro, en la
calle, en los tejados, en las lesbianas, en los camiones, en los
homosexuales, en los cementerios, en los cadáveres, en la política,
en los pansexuales, en los ambulatorios, en las ciudades, en las
mujeres, en las noches sin luna y sin estrellas, con tanta luz
extraña, me instalé, poco a poco, en la habitación de Virginia
Woolf, para echarme a llorar.
Todo lo que ahora
me mueve es un inmenso grito que no alcanza la luz de tu aurora.
Lejos, se diría,
estás tan cerca que puedo leerte.
Visitamos en tu
máquina del tiempo a todas las mujeres, escuchamos sus cadenas, nos
sumergimos en sus luchas desatadas (algunas ganadas). Y era un
misterio la fuerza de tu voz, la madera de tus sueños que destruían
imposibles. Me siento en llanto, amiga, suena de fondo la música de
otoño, no sé, que sopla tu nombre conjurando las hojas. Suspira el
dolor en mi pecho, gira y hace piruetas en un tiempo que se detiene y
avanza. Todo era verdad, hay que seguir andando, querida madre,
amada hermana, ferviente amiga.
Beatriz Giovanna
Ramírez
21 de Noviembre
de 2013
viernes, 15 de noviembre de 2013
LAS LETRAS EN EL TIEMPO
Una foto de Josep Brangulí |
Cuando
cambian las letras de lugar,
el
cuerpo se tiende en el césped de la melancolía.
Toda
forma que exponen los cielos,
la
recoge el ojo y la transforma
en
un caballito blanco
que
galopa en la Memoria.
El
oído escucha la voz cansada
de
una vieja máquina de coser,
en
la que una madre
dejó
la espalda y los ojos.
Cuando
cambian las letras de sitio,
no
queda más remedio que ver en el reflejo
del
espejo la suerte de los agujeros negros.
La
soledad de los días reconoce a la niña
que
cuenta las ovejas blancas berreando en el cielo;
sin
importar que el tiempo
le
soltara las trenzas y aquellas cintas
de
colores que colgaban del vestido;
porque
el tiempo dejó las letras en el lugar que él quiso.
Beatriz Giovanna Ramírez
'Antes de entrar en el bosque', Editorial Quadrivium, 2012
Beatriz Giovanna Ramírez
'Antes de entrar en el bosque', Editorial Quadrivium, 2012
miércoles, 16 de octubre de 2013
SESENTA LATIDOS
Ya no habló más de suicidio.
Las horas abofetearon su rostro,
descubrió que el minuto
–este minuto en el que se respira-;
tiene sesenta latidos
en los que sonríen todos los niños.
Beatriz Giovanna Ramírez
"Antes de entrar en el bosque", 2012, Editorial Quadrivium
"Antes de entrar en el bosque", 2012, Editorial Quadrivium
miércoles, 17 de abril de 2013
La voz del campo, poema de Beatriz Giovanna Ramírez
Dejamos
que los perros ladraran
seguimos
con nuestra mirada
el
atardecer de invierno.
Sentados
en el mismo banco,
vimos
las copas de los árboles
y
escuchamos rugir el viento.
Somos
dos en el campo,
dos
que se visten con humo
y
yerba del suelo.
Dos
que han caminado por España
y han
contado los garbanzos.
Dos
que se acarician en las lunas
y en
los montes callados donde pace el ganado.
Dejamos
que los perros ladraran
para
escuchar mejor, ambos, la voz del campo.
Beatriz Giovanna Ramírez
En el libro "Antes de entrar en el bosque" Editorial Quadrivium
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